24 abril, 2010

LA APARICIÓN


He aquí un cuento que escuché a mis abuelitos cuando era niño.
Recomiendo leerlo en compañía de alguien.


Bajo aquella mortecina luz, Catalina intenta colocar el negruzco y abultado pezón en la boca de la niña. Los ojos se le cierran. Sus turgentes pechos están adoloridos, pues los mellizos recién nacidos no le dan un momento de sosiego. Se pregunta por qué su esposo no llega aún. Tiene los pies fríos. La neblina ha cubierto completamente la cima de los cerros, igual que la noche anterior. Pero esta noche parece diferente. La mujer escucha ladrar a los perros incansablemente y siente que alguien se acerca por el camino. Si fuera Jacinto, su marido, no tendrían por qué ladrarle. Tiene miedo. Las aves nocturnas aletean fuera de la casa buscando a sus pequeñas víctimas, aunque también es una creencia que su canto es el anuncio de alguna desgracia. Catalina escucha risas acercarse y los perros ladran aún más. Su miedo se acrecienta.

Los truenos parecen partir los cerros y las sabandijas toman sus respectivas ubicaciones para protegerse de la copiosa lluvia que empieza a precipitarse sobre las casas, caminos y sembríos. El frío entumece la carne y los incansables cuerpos buscan el abrigo de gruesos y raídos ponchos.

Catalina no recuerda en qué momento se quedó dormida. Habrían pasado diez minutos o quizá media hora. Esta vez la despierta el llanto del niño, pues la pequeña parece satisfecha y juega inquieta con sus manitas. La mujer la acuesta en la cama de esteras. Un grupo de hombres parecen pelear en el camino. Se escuchan piedras lanzadas y varias van a dar sobre el techo de la pequeña casa. La mujer siente más temor y baja la llama de la lámpara. Trata de respirar despacio para escuchar lo que sucede en el exterior. siente que alguien se acerca. Los perros no dejan de ladrar. Ella trata de no hacer ruido para que, sea quien sea, se marche pronto. Un golpe la hace saltar de la silla. Alguien ha pateado la puerta y grita incoherencias. Es un hombre borracho que luego se aleja.

- Catitaaaaaaa !!! - escucha gritar de pronto, muy cerca de la ventana. Es el grito desgarrador de una mujer. Retrocede y golpea su muslo en la esquina de la mesa. Oye la puerta abrirse con un sonido seco. Catalina da un grito. Es Jacinto quien entra y la hace callar.
- Qué tienes, mujer? - Su poncho está completamente empapado y sus zapatos cubiertos de un barro ligoso.
- Quién es esa mujer que ha gritado, Jacinto?
- Qué mujer, Catusha? Por qué estás a oscuras? Duermes ya?
- No duermo. La mujer que acaba de gritar, la que está afuera - repite Catalina con desesperación.
- Estás loca mujer, no hay nadie afuera. Dame de comer – Jacinto coge su linterna e intenta encender la lámpara. Catalina coloca los dos niños juntos. La pequeña duerme, profundamente.
- Parece que has estado soñando, Catushita – le dice Jacinto riéndose y dirigiéndose luego a besar a sus hijos - Tengo mucha hambre.

La asustada mujer se pone de pie y alcanza a Jacinto el plato de comida que permanece junto a las brasas aún calientes del fogón.

- Catitaaaaaaa !!!
- Dios mío, quién es esa mujer? Anda a ver Jacinto.
- No hay nadie, qué pasa contigo? – Jacinto ha escuchado esta vez el grito y trata de tranquilizar a su mujer. Se dirige a la puerta y ésta se abre con fuerza. El hombre sale y no regresa. Los desgarradores gritos, se vuelven a oír.
- Qué pasa Jacinto? Qué pasa?

La casa se ha llenado de un vapor pesado. Un vaho infrahumano se respira dentro. La luz de la lámpara se apaga con fuerza.

-Catitaaaaaaa !!!

Hay un fuerte y desagradable olor. Catalina siente la presencia de alguien más dentro de la casa y de pronto, cual serpiente que ataca desde la oscuridad, una mano totalmente helada la coge por las muñecas y la tira al piso. Catalina pierde el sentido.

El sueño que tiene Catalina es de cuando su madre la hacía sostener la madeja de lana entre sus dos brazos para que ésta no se enredara. Tendría ocho años, entonces. Ha visto el rostro de su madre claramente, pero no ha podido siquiera darle un beso. Sabe que es un sueño y no quiere que éste acabe nunca. Sus hermanitos menores comen pan y juegan en la mesa. Era una época feliz hasta que su padre falleció y su madre tuvo que ver por ella y por sus cinco hermanitos. La niña tuvo que trabajar en la chacra desde muy pequeña.
 
Catalina estaba viviendo en el pueblo vecino hasta hace muy poco. Jacinto la enamoró durante la fiesta patronal del lugar. Ella estaba intentando enamorarse de él cuando quedó embarazada. No se arrepentía. Era un hombre muy bueno y trabajador. Jacinto la trataba con mucho cariño y era bastante responsable.

De pronto, el sueño se le escapa y su madre se aleja. Luego ve a una horrible mujer sosteniendo una muñeca y el sueño empieza a transformarse en una pesadilla.
 
Va despertando poco a poco. Escucha, a lo lejos, el sonido del plato y la cuchara sobre la mesa. Le duele la cabeza y siente un aire gélido filtrarse en sus huesos.

-Jacinto, estás loco? - grita molesta, mientras siente su cuerpo adolorido. - Por qué no cierras la puerta? Tus hijos se van a congelar! - Enciende la lámpara!

Cuando la mujer cierra la puerta ya no se oye el ruido de la lluvia, sólo se escucha el cuchareo y el llanto del niño. Catalina se apresura a encender la luz nuevamente y a tientas lo logra. Ese olor nauseabundo es más notorio. Cuelga la lámpara para poder cargar a la niña pero retrocede espantada al ver ese cuadro de terror que se muestra ante sus ojos.

Es el espectro de una horrible mujer que cucharea en el plato de Jacinto. Pero la mujer no mira el plato, solamente hace el ademán de comer. Su mirada está perdida. Tampoco parece masticar.

- Quién es... ? – grita Catalina algo molesta. Pero nota que algo raro está ocurriendo. Acerca la lámpara al rostro de la mujer y ve horrorizada que toda la comida que la mujer come parece caer otra vez al plato. Al no obtener respuesta, Catalina se acerca y lanza un grito de terror al ver que el ser indescriptible que permanece ahí es una mezcla de huesos, ropa podrida y músculos resecos por el tiempo. La comida vuelve a caer por los agujeros de esa garganta descompuesta. Catalina retrocede y la mujer para de cucharear. Sus brazos están empezando a moverse de un lado a otro, como meciendo a alguien. La cabeza de la desgastada mujer baja y el cuerpecito de la pequeña aparece en sus brazos, desapareciendo luego en un balanceo mortal. La horrible mujer se pone de pie y camina hacia la puerta con la intención de marcharse y llevarse a la niña. La madre trata de cerrarle el paso pero por segunda vez una mano fría la lanza a tierra. La puerta se abre con el poder de una fuerza inusitada y el espectro mortal sale de la casa llevándose a la niña consigo, al otro mundo. Catalina parece caer nuevamente en el abismo del sueño mientras un canto de cuna siniestro se va alejando por el sendero.
 

La noche es joven aún. Catalina ha formado un ovillo con su cuerpo y llora, ubicada al pie de la ventana y sosteniendo a su hijo. La puerta permanece entreabierta y la lámpara a media luz. Trata de pensar en la época en que era niña y en los cuentos que escuchaba de pequeña en su pueblo. Había uno en especial que hablaba de una madre fallecida hace mucho que había perdido su niña antes de morir y que cada cierto tiempo regresaba de pueblo en pueblo a buscarla.

Catalina empieza a cantar una canción muy triste y escucha que la lluvia empieza a caer otra vez con fuerza. Los truenos y relámpagos despiertan al pequeño pero ella lo aprieta contra su pecho para que no escuche lo que sucede a su alrededor. El agua cae sobre el techo y resbala por las paredes. Un pequeño río de agua va formando canales que se abren camino por debajo de la puerta. Catalina no lo ve pues está a oscuras. El agua corre hasta los pies de la mujer y ahí se detiene como formando un pequeño hoyo, luchando para no ser absorbida por la tierra. Si Catalina pudiera verlo se daría cuenta que no es solamente agua sino un líquido sanguinolento.

EPÍLOGO :

Ha escampado y Catalina aún no despierta. Sus ojos están inflamados por el llanto y su cuerpo doblado continúa abrazando a su pequeño. Ya en la mañana, al abrir los ojos, verá que el rastro dejado por el agua es rojo como la sangre. Al salir, encontrará el cuerpo de Jacinto tirado, sin vida, a escasos metros de la puerta. La mujer recién podrá llorar a voz en grito cuando sea consciente de que jamás volverá a ver a su esposo ni a su pequeña Catita.



2 comentarios:

Oasis 29 dijo...

Este cuento tan representativo de la tradición o inventiva de nuestros familiares o allegados de origen andino, me trae gratos recuerdos, al parecer la gente mayor de algunas de nuestras familias se deleitaban transmitiendo estas historias a los jóvenes o niños, con tanta vehemencia que producían que las recordemos hasta hoy. Verdad Jorge?
Por otro lado, me hace reflexionar sobre la vida en la sierra, hay lugares e los que la soledad del mismo paisaje, así como las inclemencias del clima y las condiciones de vida son tan cocretametne reales, que propician muchas cosas, la idiosincracia, la creatividad y la emotividad de quienes crecen en este ambiente es más madura, más rica que quienes sólo imaginamos con visión futura, con creaciones que va hacia lo desconocido. En estas historias lo real es lo conocido, lo tan concreto cmo la muerte y demás.
Felicidades por guardar en tu memoria tantos detalles y curiosidades, que ahora nos hace evocar a los cuentos de las tías o abuelitos.
Un abrazo y sigue nutriéndonos con tus escritos.
Aliciami

Anónimo dijo...

Waooo !!!, yo no tuve la oportunidad de oír estos cuentos de los abuelitos... pero que bien los cuentas primo... me parece vivir tu relato... que miedo !!! y que dolor...