07 febrero, 2011

OLVÍDATE DE MÍ


La canción sonaba incesante en la radio. Su estribillo sería muy difícil de olvidar para nuestro protagonista, aunque tal vez esto suene irónico. El joven Róger, como le llamaba la tía Perpetua, sabía que el volumen de la radio estaba muy alto pero era la única manera de cubrir lo que hacía y tratar de engañar a sus sentidos. Su lucha se transformó en un gesto de asco y desprecio a sí mismo cuando en su ciega desesperación volvió a clavar el cuchillo en una zona más vital y el cuerpo que sostenía reaccionó todavía con un último jadeo, brindando al cuadro de horror mucha más sangre de la que era necesaria para apagar una vida. Después de esto, esperó algunos segundos hasta estar seguro que la falta de movimiento ponía en evidencia el deceso de su víctima. Luego, intentó hacer una rápida limpieza y odió ese cuerpo amorfo y quebrado por darle aún más trabajo del que hubiese imaginado, culpándolo también por haberlo obligado a decidir su muerte.

El joven Róger había llegado de Cajamarca a Trujillo intentando buscar una forma de ganarse la vida. Aquí conoció unos tíos míos, Juan e Isabel, quienes le brindaron un techo mientras permaneciese en la ciudad. Sin embargo, su deseo era vivir y trabajar en la capital. Tal vez si hubiese decidido quedarse en nuestra ciudad, no le habría tocado vivir el terrible y sangriento drama con el que doy inicio a este relato.

Al otro muchacho, lo llamaré la víctima, pues desconozco su nombre e historia. Sólo sé que cuando conoció al joven Róger, recién llegado a su trabajo en Lima, quedó totalmente perturbado por su presencia... Vaya usted a saber, son cosas que pasan en la vida y en las mejores familias.

Poco a poco y con sus delicadas maneras, la víctima fue demostrando cariño al joven Róger, lo que devino luego en opíparas cenas, trago en abundancia, ropa y costosos presentes; todo era muy lindo y el amor se sentía brotar por los poros de la piel entre ambos hasta que, como suele suceder, una tercera persona apareció. No digamos que la muchacha era una beldad, pero sí suficiente mujer como para que el joven Róger perdiera la cabeza y cediera ante sus encantos. Después de todo, nuestro joven amigo sólo entró al juego entre dos hombres de forma circunstancial. Valdría decir aquí que lo único que a nuestro joven le interesaba de la víctima, como suele suceder también, eran los regalos y las generosas propinas recibidas, lo cual fue su perdición.

Era de esperarse que con el pasar de los días, el joven Róger se viera acosado por su futura víctima, quien le hacía escenas de celos en cualquier lugar donde se hallasen, llegando a un inusitado paroxismo; le sacaba en cara todas las dádivas entregadas con fervor enfermizo en algún momento y la situación se tornó irritante, sembrando en el joven una malsana idea que iba gestándose en su mente poco a poco y con el transcurrir de las semanas.

La noche que decidió llevar a cabo su macabro plan, llegó sin ser esperada. El joven Róger había comprado previamente un cuchillo de cocina de unos veinticinco centímetros, según aseveró luego a la policía. Indagó que los golpes tenían que ser exactos y profundos, lo cual no habría podido lograr con un arma pequeña. Se citaron en el cuarto de la víctima, tomaron unos tragos e intimaron. Sobre la mesa de noche, el sonido de la radio sería el detonante para que luego de subir el volumen con exageración, el joven Róger arremetiera contra su víctima.

La primera cuchillada fue mortal, siguiendo otras débiles y algunas que, aunque pequeñas, lograron ensangrentar completamente las sábanas y formar un gran caudal rojo en el piso de madera de la habitación. Sin embargo, la última puñalada sería más precisa, provocando un último movimiento y por ende la quietud total. Todo sucedió en tres minutos o algo más, quién lo sabe ?... En la radio, una canción sonaba incesantemente, cómplice del nefasto momento, según declaración del propio asesino a los agentes del orden.





Todo esto aconteció en los años cincuenta y ocupó las primeras planas de los diarios a nivel nacional. Me cuenta mi madre que la tía Perpetua, a quien sepultamos hoy, escogía el arroz cuando llegó el primer diario con la noticia y quedó totalmente impresionada, no podía creer que al joven Róger lo arrestaran como principal sospechoso por aquel crimen y menos aún que la víctima hubiese sido su amante, se lo veía tan correcto, noble y educado cuando llegó a hospedarse en casa de los tíos... Escándalo y decepción !

Se supo luego que el joven Róger, debutante asesino, fue encontrado por la policía en un pueblito cercano a su tierra y que en su maleta, ingenuamente, portaba aún el filudo cuchillo, aún ensangrentado y envuelto en papel periódico, con el que dio por concluida la vida de aquel infeliz y puso tranquilidad momentánea a la suya.

El joven Róger Aguilar, relataría luego paso a paso lo sucedido aquella desafortunada noche. Contó con soltura pequeños detalles de la última cita con el desdichado y cómo de pronto se sintió inspirado a no dejar pasar esa oportunidad. Encendió la vieja radio de tubos, subió el volumen, extrajo el arma blanca de una bolsa y, cual experto director de orquesta, empezó a dirigir magistralmente su aciago destino. Recordó claramente el título y la letra del vals que en aquel momento se escuchaba, el cual de algún modo le hizo alcanzar el clímax. Oyendo las notas de Olvídate De Mí, se emocionó hasta las lágrimas, cerro los ojos agitó los brazos y blandiendo el cuchillo cual improvisada batuta, dirigió los últimos instantes de vida de su víctima con movimientos ágiles y certeros.



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Olvídate de Mí, es un vals del compositor peruano PAOLO BECCARIA (Pablo de Los Andes), interpretado por PALMENIA PIZARRO.



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